28 ene 2010

Empezando a ser periodista


¿Por qué será que sentimos miedo frente a experiencias nuevas por más que estas sean las oportunidades que tanto veníamos esperando? Hoy me toca escribir sobre el miedo, pero no sobre ese que paraliza, no sobre el miedo al fracaso, no sobre el miedo a lo externo. Sino sobre ese miedo extraño que lleva grandes porciones de inquietud, dudas y fuerte expectación. Ese miedo al que nos enfrentamos cuando empezamos una nueva empresa.

Como cuando somos niños y vamos al primer día de escuela, como cuando ya hemos crecido y entramos por primera vez a un aula universitaria, como cuando entramos a laborar en un lugar donde realmente nos importa desempeñarnos bien.

Es como una especie de enamoramiento. Uno tiene sueños e ilusiones que se hacen presentes en el estómago, que te buscan cuando duermes, que se elevan a su máxima potencia cuando cruzas esa puerta y te encuentras frente a frente con tus nuevas obligaciones.

Hace unas semanas uno de mis colegas y entrañable amigo de la universidad twiteaba sobre su primer día en un medio: “este día es como si fuera el primero en el cole cuando eres el nuevo del lonsa. Muchos cambios, sé que serán buenos.” Y no puedo más que concordar con él.

Ojalá para todos los cambios sean buenos. Ojalá el miedo nunca nos paralice y sepamos aplicar lo que durante cinco años nos machacaron en el cerebro. Hoy invoco a mis maestros de tele: al loquito del profe Velásquez, al exigente de Víctor Navarrete; a mis profes chilenos: a Gustavo por los reportajes y pases en cámara y al “chico” Castillo por joder 4 meses con los programas. Que sus datos me acompañen hasta que pueda caminar sola.

21 ene 2010

De vuelta en Perú


Cuando llegas de viaje, después de meses, quizá años, no existe cosa más grata que recibir saludos de amigos olvidados y personas que normalmente no tendrían porque recordar tu nombre.

Quienes vienen de vacaciones al país que los vio crecer parecen tener la agenda copada de deudas con compatriotas, visitas al médico y copiosas comidas en aquellos restaurantes cuya sazón se extraña en tierras lejanas.

Recargar energías con la energía de tu gente, de tu país; con los abrazos y los besos que se perdieron en la distancia; con las sonrisas y las conversaciones que quedaron a medias. Por esos minutos preciosos que disfruto al lado de mi madre, últimamente me dedico a ser sólo hija, ¡Y qué feliz soy!


7 ene 2010

Déjame dormir!



Escucho el segundero del reloj, inquisidor, casi demoniaco. Por más que todavía la noche no ha llegado a todos los rincones de la ciudad recuerdo que hace unas horas recosté mi cabeza en la deforme almohada e intenté descansar. Pero hay algo que no me deja. Algo que podría definir como ansiedad.

Salí a fumar ese último cigarro que estuve evitando toda la noche y a probar si un poco de anís con gotas de pisco podría devolverme el sueño. Pero nada. Todo indica que esta noche la ansiedad terminó por anidarse en mi cuerpo y no piensa salir hasta nuevo aviso.

Cuando niña, solía ocurrirme lo mismo pero en menor intensidad aquellas veces en que tenía un paseo escolar o las pocas ocasiones en que mi familia decidía emprender un viaje. Expectante a lo que me tocaría vivir al amanecer, me costaba montones entregarme a los brazos de Morfeo. Pero nunca tanto como hoy.

Ni cuando tuve que tomar un avión, ni cuando tenía un primer día de trabajo. Nunca había sentido tanta ansiedad acumulada. Y la siento fuerte, en mi pecho, en el estómago, hasta en todas mis cortas extremidades.

Estoy ansiosa y sé que la enfermedad me durará por lo menos hasta el lunes que se aproxima.

¿Por qué nuestro organismo resulta ser tan débil ante tanta emoción acumulada? Por más que lo que venga no sea nada negativo, de igual forma el cuerpo reacciona frente a diversos estímulos. No me vendría mal poder saltarme la línea de tiempo y despertar en el tan esperado lunes 11 de enero. Aunque sé que no cuento con un De Lorean y que lo único que me queda es hacer tripas corazón y aceptar esta ansiedad como los previos de un buen brindis, un buen brindis de bienvenida.

4 ene 2010

Esos brindis por el año viejo



Se acabó el 2009 y ya ha empezado un nuevo año. ¿Cuál es el motivo para que celebremos un simple cambio de día y programemos siempre pasarla de lo mejor?

Desde chica he participado en todas las cábalas que se puedan imaginar. Desde las comunes uvas, los calzones amarillos y las odiadas lentejas, hasta el ritual más extraño de encerrarse en un círculo de 12 velas e ir prendiendo una a una minutos a antes de las 12. Se podría decir que he hecho de todo en cuanto a esotéricos intentos por asegurar el año venidero.

Hubo una vez en la que escuché por televisión a una de esas seudo-brujas decir que para conseguir pareja, la primera persona que debía saludar por año nuevo debía ser del sexo opuesto. Ese año, mi hermano y yo calculamos pararnos juntos para saludarnos primero y nos dimos un fuerte abrazo deseando que ambos encontráramos alguien a quien visitar los fines de semana. Y así fue: los dos tuvimos relaciones relativamente largas.

Pero no creo que haya sido la cábala. La energía, el poder de la mente y las fuerzas con que uno le desea el bien a los demás hicieron que ambos pidiéramos por el otro y por ende se nos cumpliera a cada uno.
Cuando me tocó recibir el 2009, estaba tan relajada que olvidé por completo las características cábalas que acostumbraba ver en mi familia. Fuera de todo pronóstico, este terminó siendo un buen año con un segundo semestre inesperado. Aunque ahora me he impuesto una nueva costumbre para cada año o para cada vez que aspire algo nuevo y aquí la comparto:

En un papel deben pegar todo aquello que quisieran para el año entrante. Por ejemplo: un avión si quieren viajar, un birrete si se quieren graduar, una pareja feliz si quieren encontrar a su ser de otro planeta, un maletín de oficina si quieren encontrar trabajo, qué se yo. Peguen cosas que solo ustedes entiendan y coloquen esa hoja en un lugar donde la puedan ver todos los días. Mentalicen buenos momentos para ustedes y finalmente enciendan una vela por aquellos que aman, para que también puedan cumplir sus propios deseos. El universo y quien lo comanda se encargarán de ayudarlos en el camino.

Este año sin querer terminé mis celebraciones frente al Señor de Luren. Para que acompañe nuestro andar, el mío y el tuyo.