22 sept 2009

Juntos

Ella creía que lo encontraría en el aeropuerto de su país, en un retorno llamativo, en un regreso que implica un nuevo comienzo. Ella conversaba siempre con él y a pesar de la mala cara de la computadora, símbolo de lejanía, intentaba sonreír. Ella pensaba que volvería a narrarle tantas experiencias, a hacer un recuento diario de un viaje que nunca imaginó una vez que llegase a casa y pudiera salir de ella sosteniendo su mano.

Aquel día de julio, ella tomó un avión convencida de que pasarían cinco meses para volver a oler su piel, a acaramelarse en su lado. Nunca se atrevió a pedirle nada, estaba dispuesta a esperar aunque las horas se hicieran pesadas, se convirtieran en una carga, se tornaran lacra.

Él confiesa que lo supo desde el primer instante en que ella partió. Tenía que verla. Abrazarla. Oír su voz en vivo y en directo. Jugar con sus manos. Rozarle el rostro. Él pensaba ocultárselo. Dejar que todo fuera sorpresa. Pero ellos no se ocultan planes. Todo se dijo. En pocos días se verían. Volverían a ser los mismos. Quizá más enamorados. Quizá más compaginados. Porque la distancia no siempre es enemiga. Porque mamá tenía razón. Porque era una prueba. Y tenían que superarla.

Hoy están a pocas horas de posar sus miradas directamente, una sobre la otra. Y aunque dicen que cuando se tiene ansiedad los minutos son más austeros, ahora todo fluye con rapidez. Es el destino que complota a su favor, que quiere verlos sonreir.

Y pasaron las fiestas patrias...


El pasado 18 de setiembre, Chile cumplió 199 años de independencia. Aquí, cada quien pasa el 18 como cree conveniente. Los jóvenes, ávidos de carrete, acuden en mancha a las famosas ramadas universitarias. Se supone que es como una feria donde las facultades ponen stands con chicha, anticuchos (que en Perú se llaman brochetas porque no son nuestros anticuchos), ponche y cosas por el estilo. Mentira! Honestamente los chicos vas ahí a emborracharse hasta morir y a bailar las canciones de moda. Ni un brillo.

La Universidad de Concepción, una de las más grandes aquí, cobijó hartos curaos que encima dejaron como vestigios no solo botellas e innumerables desperdicios, dejaron también ropa interior en tan connotada casa de estudios.

No puedo hablar de las ramadas sin contar lo que me tocó vivir. Realmente algo insólito que si ocurriera en mi universidad, todos los alumnos quedarían expulsados al tiro. Digamos que la universidad en la que estudio se negó rotundamente a que los chiquillos hicieran sus ramadas porque el año pasaron dejaron regalitos regados en todas partes. Los alumnos, tan afanados al estudio, decidieron irse a paro. SI, A PARO PORQUE NO LES DEJARON EMBORRACHARSE EN SU UNIVERSIDAD. Realmente insólito. Estuve 3 días sin clases, a pesar de que al segundo día de paro hicieron las famosas ramadas de todas maneras y sin autorización. La universidad se hizo la ciega, sorda y muda. Pero al día siguiente seguíamos en paro. ¿Por qué? Simplemente porque la Federación de Estudiantes recién se reuniría al medio día para decretar el fin de tan peculiar protesta. La cuestión fue tan pintoresca porque los alumnos tomaron la avenida con rebeldía que salió en las primeras planas de los diarios, donde en una foto se ve claramente la banderola de los estudiantes de periodismo. Cuando no los bohemios de mi profesión pidiendo trago a gritos. Eso sobre las ramadas.

Otros, más sanos, van a las fondas, realmente ferias donde hay guasos típicos y chinas, que vienen a ser las mujeres típicas. Donde bailan cueca y hacen rodeos, pero donde cobran 10 soles la entrada por persona. Como dicen, en todas partes la cultura cuesta.

Las familias se reúnen a hacer un asado (parrillada) y a comer empanadas, de las cuales ya estoy un poco cansada porque en realidad las he visto hasta en la sopa. De la parrillada no tengo quejas, la carne es exquisita y aunque no me gusta el vino, esas bebidas aquí son realmente buenas y acompañan bien. Puedo decir que en este país he comido la mejor parrilla de mi vida.

Finalmente el feriado fue corto y Chile volvió a la normalidad de la rutina, aunque contando los gramos ganados en vísperas del bicentenario.
Aqui un ejemplillo de todo lo que me embutí.