12 feb 2010

Ese detalle de hoy


Caminaba por el pasillo de las islas de edición del canal cuando uno de los señores de seguridad se me acerca.

- Estefany, - me dice – justo te estaba buscando.
- ¿A mí? – pregunto incrédula mientras veía con atención lo que traía él entre manos.
- Sí, acaba de llegar esto a recepción – y me entrega una caja de Rosatel.
- ¿Para mí?, debe estar bromeando.
- Sí. Es para ti. No nos dijeron de quién era pero adentro debe tener una tarjeta. – me dijo como si conociera a la perfección el sistema.

Abrí la caja y una sonrisa acabó con mi día gris.

- Si es para usted, ¿verdad? – preguntó al ver mi rostro.

Y asentí con la cabeza.

Nunca me habías enviado rosas. Y últimamente solías olvidar esa fecha en la que cumplimos un mes más de estar juntos. Pero hoy, hoy decidiste alegrar mi día. Y sí que lo conseguiste.

Casi siempre creo que estamos conectados mentalmente. Quizá sabías que era el día indicado para sorprenderme de esa manera. Y todo porque sabías que hoy estaría triste por la partida de mi mamá. Y quizá porque era 12. Y quizá porque era tu manera de agasajarme por este nuevo trabajo. O de repente no se te ocurrieron todas estas razones y como dice tu tarjeta, simplemente querías pedirme que me quedara siempre a tu lado.

Fuera como fuera, me sorprendiste en el trabajo y generaste la envidia sana de algunas compañeras y las burlas cariñosas de los chicos con los que trabajo. Pero sobretodo, hiciste que mi día cambiara por completo y me diste una razón más para seguir sintiendo ese palpitar fuerte que recorre mi cuerpo cuando pienso en ti, cuando te veo.

Lees mi mente, vida mía. Y no tienes idea de lo feliz que me hace eso.

Buen viaje madre mía


Hoy se acabaron sus vacaciones. Después de un mes de volver a dormir a su lado y aunque siempre es difícil tenerla como compañía en la cama, estos días no pudieron haber sido mejores. 

Los reencuentros son siempre prometedores. Están llenos de largas conversaciones, risas y complicidades. Y así fue. Esa relación madre-hija tipo Gilmore Girls que siempre tuve en mente, eso viví estos últimos días, estos últimos días y los últimos meses que viví con ella.

Las despedidas son demasiado tristes. Pero también prometedoras. Están llenas de lágrimas, pero también de planes, planes de nuevos reencuentros y deseos de días mejores. 

Quizá la madurez nos hizo ser como somos la una con la otra. Y definitivamente su empeño me hizo ser a imagen y semejanza suya. “Mejorada y aumentada,” como ella misma lo diría. Esa fuerza que a veces siento desvanecerse y que a veces siento correr por mis venas, esa fuerza que no me detiene, esa la tengo por ella. Esa fuerza que sin querer hizo que estuviera a mi lado en esta nueva etapa de mi vida, y que hará que en cada momento importante esté también presente, aunque en ocasiones mirando de lejos, pero siempre presente. 

Hoy mi madre volvió al lugar donde vive, a sus amigos internacionales que gracias a Dios la acompañan y a su trabajo como excelente enfermera. Hoy nos despedimos con agüita en los ojos pero con el corazón lleno de energías. Ambas nos recargamos para seguir cada una su sendero. Y ahora tenemos que seguir creciendo.