26 ago 2009

¿Y dónde está el Huáscar?



Todos los peruanos conocemos la historia de este buque de guerra comandado por Grau y sabemos que desde el combate de Angamos, la armada chilena lo tomó como trofeo de guerra y actualmente lo tiene dentro de su territorio. Sin embargo, pocos saben exactamente donde está y la forma en que narra la historia de un conflicto lleno de misterios y tergiversaciones.

A aproximadamente cinco horas de Santiago, en Concepción y en la comuna de Talcahuano flota solitario el monitor Huáscar, cuyo costo de ingreso es 1300 pesos por persona, casi unos 6 soles. Cualquiera pensaría que es un buque de inmensas proporciones, con grandes cañones y torres espeluznantes. No. El milenario barco, objeto de diversas especulaciones, es de pequeñas proporciones en comparación a las máquinas de nuestra época aunque es uno de los barcos más antiguos del mundo.

Miguel Grau caminó por aquellos pasillos e inclusive, la marina chilena ha colocado una placa en su honor en el lugar donde se presume que murió. Lo mismo ocurre con el héroe Arturo Pratt, cuya muerte fue respetada por Grau. El comandante peruano guardó con sumo cuidado los objetos que Prat dejara después de fallecer y se los envió a su esposa acompañados de una hermosa carta que adorna las paredes de los salones del buque. Definitivamente era un duelo de caballeros.
En el salón de reuniones del barco hay tanto una pintura de Grau como una de Pratt, ambos galantemente retratados, como si ellos no conocieran las actuales disputas entre peruanos y chilenos, como si el único vestigio de la guerra fuera el buque que los vio morir.

Lo más impresionante es que a pesar de que el Huáscar perteneció muchos años después de la guerra a la armada chilena e inclusive fue usado en contra nuestra, el camarote del capitán está enteramente dedicado al caballero de los mares. Es que quizá no ha habido nunca un hombre que sepa comandarlo mejor que Grau. Por algo pudo vencer al Esmeralda, pensarán los chilenos.

Pasando el comedor hay una sala en la que reposa la bandera peruana de aquella época, al lado por supuesto de la chilena. Así también en una urna de cristal por la que no pasan los años se observan dos gorras de la época: una es de la marina peruana y la otra de la chilena. Aquí los rezagos de la guerra son objetos antiguos cuya intención no es desprestigiarnos.

“A Miguel Grau: Valentía en la lucha, caballerosidad en tu vida fueron los atributos excelsos de tu existencia ejemplar oh ilustre marino de la tierra hermana,” reza una placa. “Contraalmirante Miguel Grau. Noble y caballeroso adversario del capitán Prat en el combate naval de Iquique. Hábil Comandante del monitor Huáscar durante la guerra del pacífico. La armada de Chile le rinde este homenaje al héroe máximo de la armada del Perú,” señala aquella que se encuentra sobre su retrato.
En el Huáscar no se juegan clásicos de fútbol ni se discute la procedencia del pisco, simplemente se recuerda una época de la historia de dos naciones y se colocan placas en honor a los fallecidos de ambos bandos, a los inmortales que de noche recorren este hito de la guerra, este símbolo de patria, ya sea peruana o chilena.

11 ago 2009

Con olor a hogar

En mi casa en Lima, máximo llegamos a ser cinco personas viviendo juntas. A veces un poco más cuando solían quedarse a dormir mis primos o cuando nos invade un pequeñín al que llamo mi sobrino. Pero mayormente, solo cinco.

Hoy vivo en una casa grande y es la primera vez en tantos años que tengo que bajar escaleras para ir a la cocina. No solo eso, aquí vive una familia de cuatro que por negocios y buenas intenciones han adoptado 7 chicos más.

La puerta del cuarto en el que duermo está siempre abierta para que entre el calor de la estufa, entonces veo pasar a mis actuales compañeros de casa, con quienes compartimos almuerzos y lonches. Todos sentados en la mesa somos como una gran familia y reímos constantemente ya que nunca falta una broma o un apodo. Es más, nosotras hemos ido adoptando su jerga y ellos han ido entendiendo la nuestra.

El cambio fue brusco pero no malo. De pronto dejé de almorzar sola para almorzar en una mesa que siempre está llena. Ahora comparto el baño entre cuatro y hasta ahora no tengo quejas. En esta casa siempre hay gente aunque nunca hagan mucha bulla. Y somos un grupo particular con tres periodistas, dos médicos, una profesora de inglés y una dulce niña que estudia tecnología médica.

Cada uno tiene sus propias costumbres y con la convivencia vamos conociendo qué cosas no come uno, qué platos favoritos tiene el otro y hasta sus horarios para acostarse y despertar. No me siento incómoda, es más bien muy rico disfrutar de un cigarro al aire libre con nuestra anfitriona y una de las chicas que viven aquí. Disfruto mucho de 2 nuevas hermanas chilenas que siempre están dispuestas a plancharme el pelo y mantienen una sonrisa en el rostro.

Adaptarse a otro país nunca es fácil, pero hay personas que lo hacen más llevadero. Nunca imaginé encontrarme en familia en un país tan lejano, y que sobretodo está lleno de estereotipos. No me siento mal en casa y a pesar de que las paredes son delgadas puedo decir que tengo intimidad.

Tengo que agradecer a este viaje por darme tolerancia, cualidad de la que antes carecía y por permitirme tratar con personas tan amables, creo que ya me tocaba.En mi casa en Lima, máximo llegamos a ser cinco personas viviendo juntas. A veces un poco más cuando solían quedarse a dormir mis primos o cuando nos invade un pequeñín al que llamo mi sobrino. Hasta hace poco eramos solo tres, a veces cuatro, a veces dos. Cuando me vaya de aquí sé que esta sensación de familia grande la tendré solo el día que inicie la mía propia, porque quiero una mesa muy grande y muy muy sonriente.

7 ago 2009

La actitud de extranjera


¿Será que las personas emanamos una especie de olor diferente cuando estamos en otro lugar que no es el nuestro? Los extranjeros se hacen siempre notar, no necesariamente por su manera de hablar sino por algo que te dice que esa persona es ajena, de cierta forma diferente.

Yo, soy una alumna del último año que es una alumna nueva en una universidad nueva de una ciudad nueva. Qué enredo. No sé si físicamente tenga muchas diferencias con las personas de aquí, sin embargo he notado que en la facultad soy para todos un bicho raro. Todos, profesores, alumnos y administrativos saben que soy la peruana y es notorio que no hacen esfuerzo alguno por hacerme sentir bien, al parecer es su actitud natural. Pocos nos preguntan de dónde somos, quizá porque ya lo saben, pero muchos nos preguntan cómo nos hemos sentido y casi todos los que son de lugares un poco lejanos nos invitan a conocer sus comunas.

¿Comida peruana? Todos quieren probarla e inclusive proponen organizar un día en que yo, ya que mi compañera no sabe, prepare algunos platos típicos nuestros. Que por supuesto, no tienen punto de comparación con la comida de este lugar.

La actitud de extranjera no se lleva solo en la cara, es algo que se carga también en el corazón. Por más bien que se adapte un viajero siempre extrañará algo de su país. No solo a las personas que dejó sino también sus costumbres, sus paisajes y hasta aquellas cosas que a veces le desagradaban.

Además, el extranjero cae redondo cuando abre la boca. Habla y es descubierto por completo. Gesticula diferente, y en este país habla mucho mejor porque no se come la “s”. Pero en ocasiones cae en ridículo cuando dice algo que en el lugar donde está tiene un significado totalmente diferente. Por ejemplo: una vez, jugando dominó con un chico que vive en la casa donde vivo, le dije: te estoy ganando así que no seas picón. Él empezó a reír a carcajadas y me dijo que lo estaba halagando. Su papá, quien pasaba por el comedor, fue la víctima de mi pregunta: ¿qué significa picón? Riendo y con una pisca de vergüenza y picardía me dijo: aquí picón es un hombre superdotado. A ello, sé que nunca más le diré picón a nadie, porque en Chile a los que no saben perder se les dice picota.

Así, los extranjeros nos ponemos en evidencia también cuando salimos a comprar algo a la tienda y terminamos pidiendo canchita en vez de pop corn o palomitas. Nos damos a notar cuando estamos por la calle y no conocemos lo paraderos de los buses. Cuando contamos varias veces las monedas y los vueltos y cuando pagamos con un billete equivocado.

Los extranjeros no dejamos de serlo hasta que regresamos a la calidez de nuestro país, de nuestro hogar. Aunque creo que existe un solo lugar que no es tierra de nadie, un lugar en el que ser extranjero no es raro ni pecado porque es muy común verlos entrar y salir de allí. Pero el aeropuerto está a meses de estancia y a 550 kilómetros en la capital de este país.