3 sept 2010

Nada

Un vaso de vino dulce. Pero no de cualquier vino dulce, de uno que sabe como a chicle, a gaseosa. Aceitunas rellenas de castañas, cabanossi y un poco de queso Edam. Y… por supuesto, un cigarro.

Estoy a pocos días de rendir un examen decisivo, y a varios días de la última crisis laboral – mental. Pero estoy en un lugar que aunque no podría llamar mío, se siente mío. En el reproductor de la computadora suenan canciones desconocidas de Cristina Rosenvinge, la que fue vocalista de Cristina y los Subterráneos.

En ocasiones tengo muchas ganas de escribir y se me ocurren mil y un ideas sobre historias, reflexiones, análisis, etc, etc, etc. Pero ahora, que tengo los minutos contados con mi soledad y que la tranquilidad me impulsa a conversar con esta hoja en blanco… ahora que tengo la conciencia dormida, ahora no se me ocurre nada sobre lo que escribir.

Para algunos, un blog es un medio informativo. Para mí es como un desquite. Es para no olvidar nunca que disfruto mucho escribiendo. Es para no sentir que pierdo mi amor por las letras, por el sonido que hacen las teclas cuando redacto, ese sonido rápido que siempre ha sorprendido a muchos, que genera que mi hermano diga que le saco la mierda a la laptop.

Por ese sonido, por este vino y por este último cigarro de la noche escribo este post. Porque pronto sustentaré un trabajo que me tomó varios meses y me quitó algunas horas de sueño. Todo por un paso más.

Y es que dicen que las celebraciones de los logros propios se disfrutan mucho más cuando te encuentras contigo mismo, en la soledad de tus pensamientos, en la soledad de tu satisfacción y en la sonrisa que esboza tu boca cuando sabes que lo vas haciendo bien.