16 abr 2009

Crónica de un disparo

Aquella mañana de Semana Santa desperté imaginando mi figura atenta encima de mi caballo en una de mis clases personales de equitación. Sería un medio día de sábado tranquilo en el que probablemente terminaría llena de pelos, con las piernas adoloridas pero tranquila y feliz.

"Hoy te tengo una sorpresa", dijo mi novio antes de llegar a recogerme. ¿Cuál sorpresa? pregunté demostrando mi ilusión y poca paciencia. Ante mi insistencia, terminó revelando la sorpresa en el auto: "vamos a hacer tiro".

Me emocioné mucho. Le había estado diciendo que quería pasar por esa experiencia alguna vez en mi vida; a lo que él, haciendo uso de sus amplios recursos en el tema, tenía todo preparado para colocar una pistola cargada en mis manos y darme una vez más en el gusto.

Hacía poco habíamos tratado el tema de las armas en un programa del taller de radio de la universidad. Como aspirante a periodista, suelo tener repentinas ráfagas de obsesión por temas diversos. Recuerdo que leyendo el libro de Katherine Graham, la editora del Washington Post, me quedó grabada una frase que su madre le escribió cuando ella se iniciaba en esta apasionante carrera: "sé periodista, aunque sólo sea porque te da la excusa para peseguir inmediatamente el objeto de cualquier pasión repentina."

Llegamos al cuartel y fuimos directo al polígono de tiro, un rectángulo dividido por carriles que me trajeron a la mente la pista de carreras de las olimpiadas de mi colegio. La diferencia era que los carriles que tenía frente a mí medían 20 metros de largo y la meta no era más que una pila de arena y neumáticos aplastados que amortizarían mis miedosos disparos.

Observaba a mi novio que sin el menor temor cargaba una de las pistolas como si estuviese limpiando un par de zapatos. Mi cerebro empezaba a captar todo como parte de un largo sueño en el que las imágenes son bastante borrosas. ¿Tenía miedo?. Sí, tenía mucho miedo; no a que algunos de los presentes salgamos lastimados, sino a algo desconocido, una dimensión sobre la cual la vida puede desaparecer en segundo a causa de un aparato que pronto estaría en mis manos.

"¿Estás lista?," me preguntó con el rostro apacible pero con cierta confusión en la voz. Puso el arma en mis manos y dijo: "Respira, toma aire y mientras vas exhalando poco a poco vas presionando el gatillo, la técnica es que el disparo te tome desprevenida."

¡¿¿¿Desprevenida????!, ¡Estás loco???!!!, pensaba yo, ¡lo último que quiero es estar desprevenida!

Las manos me sudaban y las advertencias llegaban a mis oídos como dulces ultimátum. "No vayas a soltar la pistola cuando dispares," decía él.

Empecé la cuenta regresiva. Respiré hondo como pocas veces hago, metí el dedo en el gatillo y mientras soltaba el aire que cada vez se tornaba más pesado fui presionando el gatillo con fuerza pero lentamente. En menos de un segundo, como por arte de magia y de la manera más inesperada un BOOOM azotó mis oídos.
Sentí que el tiempo se detuvo y lo único que podría escuchar era el pito ensordecedor, estrago del sonido del disparo. Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

Ese segundo se volvió eterno. ¿Que pasó? ¿He matado a alguien?, pensaba.
"Muy bien amor, diste en el blanco." Su frase me hizo despertar del trance en el que me había sumergido. Lo último que estuve pensando fue en darle al blanco. Luego, un sentimiento de tristeza invadió mi ser y lo primero que atiné a pensar fue que jamás podría matar a alguien. El arma que tenía en mis manos no era de juguete y de haber habido alguien sobre el cuadrado negro que me servía de blanco, ahora estaría completamente sin vida.

Pensé en mi tía. Frecuento con cierta regularidad al hermano menor de mi mamá, el único familiar que me queda en este territorio. Él había manifestado repetidas veces que le gustaría tener un arma como protección. A lo que su esposa se negaba rotundamente. Ella tiene miedo de sus hijos, de lo que pueda pasar con un arma dentro de casa, de la reacción de su esposo cuando se vea en la disyuntiva de usar la pistola. Yo no soy esposa y tampoco madre, pero la entendí. Aquello que hice me pareció tan peligroso que mis manos pasaron del sudor a la tembladera.

Volví a disparar, inclusive llegúé a ponerle las municiones al arma yo sola y así se pasó gran parte de la mañana. La impresión inicial fue disipándose y con el pasar de los minutos me tranquilicé. Pero la sensación del primer disparo es difícil de olvidar.

7 abr 2009

La histórica noticia del día


No soy asidua a la política, pero hoy siento la necesidad de masacrar mi teclado en alerta a la cantidad de comentarios que surgen en la web del diario El Comercio, con respecto a la condena al ex presidente Alberto Fujimori.

http://www.elcomercio.com.pe/noticia/270209/ultimo-minuto-fujimori-recibe-maxima-pena-violar-derechos-humanos-seguira-preso-hasta-anos-edad

Me parece excelente que internautas opinen de forma masiva sobre un hecho que, a gusto y desagrado de algunos, es definitivamente histórico y definitivo en nuestra historia. A esta hora, poco más de 600 personas han opinado en pro y en contra de la condena de Alberto Fujimori.

No voy a darles mi opinión al respecto. Sin embargo, lo único que me queda por decirles es que empiecen a pensar desde hoy que necesitamos nuevas opciones en la política. Ideas frescas y alejadas de partidos que se hacen llamar tradicionales pero que no apoyan la ya tradicional necesidad de los peruanos de tener un gobierno que busque el bienestar general y no el partidario.

En las elecciones pasadas, cuando todavía no tenía derecho a ejercer mi voto, recuerdo que mencioné innumerables veces que si Ollanta Humala se sentaba en el sillón presidencial, con el dolor de mi corazón abandonaría el país que me vio nacer. Hoy, a dos años de las elecciones, vuelve a pasar por mi mente la misma idea. Si Humala o Keiko Fujimori ganan los comicios del 2011 tendré que alistar mi maleta y dejar las esperanzas de desarrollo que como joven todavía conservo.

La mayoría de días, la política es para mí una situación que como futura periodista debo conocer pero que aborrezco por completo. Pero hoy no es así. Lo que hace algunas horas ha ocurrido es algo que mis hijos leerán en sus futuros libros de historia del Perú y es algo que, queramos aceptarlo o no, marcará la política que en los próximos años se practicará en nuestro país. Sólo espero que como ciudadanos dejemos de presenciar actos vergonzosos y políticos caraduras en nuestro país.

P.d. ¿Y la millonaria CTS a su amigo Vladimiro?