25 sept 2008

Tú, mi cómplice

Recuerdo la primera vez que cogí tu mano. Tú llorabas desconsoladamente y tenías miedo. Yo, yo simplemente no lo entendía, para mí todo era bueno y estaba ansiosa por descubrir un mundo nuevo. El día que dejamos aquel lugar tú también llorabas, yo ya no. La situación se había revertido porque ahora eras tú quien no quería dejar aquel lugar y yo, yo estaba ansiosa por salir corriendo. Durante todos esos años fuimos descubriendo que éramos diferentes. Tú eras la muchacha que caía bien a todas, mientras yo era una de las más odiadas de la promo. A pesar de tener amigas diferentes (a excepción del grupo al que todavía pertenecemos), juntas siempre éramos tú y yo.

Adoraba que te sorprendieras de las cosas que te contaba en nuestras cortas travesías en la 57, y teníamos un sistema organizado para pagar nuestros boletos de escolares. Todavía me da nostalgia cuando veo pasar a ese viejo bus testigo de tantas historias de adolescente.

Lo hemos pasado todo juntas e inclusive una vez nos llegó a gustar el mismo chico. En una salida con él entramos al baño del Pizza Hut y ambas confesamos la mutua atracción, conversación que sellamos con un acuerdo: “si él se interesa por ti, yo doy un paso al costado”. Recuerdo también haber armado toda una estrategia para que tuvieras tu primer beso. ¡Qué cómico! Yo era la que corría para vivir lo máximo posible y tú fuiste de las pocas que terminaron el colegio sin tener enamorado. Siempre fuimos antagónicas, siempre nos complementamos.

Ahora estoy agradecida porque vivas tan cerca, a pesar de que no nos vemos con tanta frecuencia. Dios parece ponerte en mi camino (literalmente) cada vez que necesito que alguien me tire un martillazo y me haga entrar en razón. Ayer fuiste tú quien tranquilizó mis nervios frente a lo nuevo.

Respóndeme una pregunta pequeña aventurera, ¿cómo es que confío tanto en ti? Nunca he dudado de tu buen raciocinio al nivel de no tener que decirte nada las veces en que algún ex ha querido charlar contigo sobre mí. Es que nadie me comprende como tú, así no tengamos las mismas opiniones. Y a pesar de que ha habido ocasiones en que los ritmos de nuestras vidas han sido demasiado fuertes como para apoyarnos, hemos sabido encontrar el momento para hacer un recuento de lo que nos venía ocurriendo.

Escuché tus penas aquella vez en que viste tu mundo desmoronarse. Me pediste perdón cuando no pude ubicarte y necesitaba hablar contigo del terremoto emocional que me tocó pasar, pero después, una noche de invierno corriste a sostenerme apenas sonó tu teléfono y me escuchaste llorar.

Sé que detestas que destruya mis pulmones y que a veces tienes miedo de las palabras que salen de mi boca. Y tú sabes muy bien que suelo discrepar con algunas costumbres que forman parte de tu rutina.

No eres como la hermana que nunca tuve porque con una hermana discutiría. Entre nosotras bastó una sola pelea para darnos cuenta que tenemos mejores formas de resolver los malos entendidos. Es imposible que me mientas porque con sólo mirarte puedo adivinar lo que piensas. Te conozco por dentro amiga mía, tanto que hasta ahora no he aceptado del todo a ninguno de tus pretendientes, quizá porque noto que en tu interior tú tampoco estás muy convencida.

Dices que soy bruja pero en eso coincidimos Katita linda. Sabes exactamente cuando me siento incómoda o cuando no tengo ganas de hablar demasiado. Conoces ya todos mis estados y, si bien la nueva vida nos ha cambiado con sus frías verdades y extrañas jugarretas, siempre tendremos nuestra canción y las largas conversas. Es un alivio saber que seguirás siendo mi cómplice y nunca está de más decirte que estoy a pocas cuadras y que en todas mis vivencias y en toda mi existencia nunca habrá nadie como tú.

18 sept 2008

Por culpa de esas que se aprovechan...

Este sea quizá un post de advertencia para las hombres. Si bien yo soy una mujer con todas sus letras, no tengo reparos en admitir que existen algunas chicas a las cuales les debemos uno de los calificativos que nos ha impuesto el sexo masculino: el de sangradoras.

Conozco de cerca a una típica brichera limeña: una mujer que no busca aprovecharse de turistas, sino de ingenuos peruanos que a ojos cerrados sueltan sus Santa Rositas para satisfacerlas con exquisiteces, salidas y viajes.

Por culpa de fáciles mujeres como estas, los hombres han generalizado la idea de que nosotras medimos las relaciones amorosas en símbolos de soles o dólares. Lo que es peor, por culpa de jóvenes voluptuosas y agraciadas cuyas madres les han inculcado el poder de la seducción para obtener beneficios materiales, algunos chicos llegan a pensar que ese poder innato de atracción que poseemos lo usamos para quitarles lo que ellos ganan con sudor y esfuerzo.

Ojo muchachos... no todas creemos que la gran capacidad adquisitiva de un hombre es necesaria al momento de escoger una pareja. Si bien es un plus que al final puede resultar un gran punto en contra, creo que aquellas que buscamos un compañero no un proveedor, tenemos en mente cualidades no cuantificables que a la larga nos brinden paz.

El dinero no es lo que nos hace sentir mariposas en el estómago. Si sus novias son felices comiendo en una carretilla sólo porque están al lado suyo, entonces los aprecian por quienes son y no por lo que cargan en el bolsillo. Gracias al feminismo, las mujeres tenemos la grata licencia de invitar el cine o una cena a la persona por la cual sentimos algo. Si sus novias no les invitan ni un halls, preocúpense; a las mujeres de sentimientos transparentes a veces disfrutamos pagando la cuenta y con mucho más gusto si lo hacemos para personas que queremos.

Finalmente solo me queda decir que ojala esa B-I-T-C-H aprenda la lección algún día y sea capaz de madurar. Y a los hombres que se dejan brichear: si lo hacen impulsados por sus miembros viriles, aténganse a las consecuencias; pero si lo hacen por tontos o por algún sentimiento hacia ellas... escuchen los consejos de los demás, porque hay gente que los valora y detesta saber quer que la están haciendo de huevones.

Aquí una canción que va a pelo con la situación. Y a los chicos les digo: "my friend you´ve gotta say: I wont pay!!! why don´t you get a job!!!"

10 sept 2008

Respuestas que saben a chocolate

Seguro han escuchado ese dicho que dice: el chocolate espeso y las cosas claras. En este momento estoy tomando chocolate, aquel que preparaba mi abuela desde tiempos ancestrales y que aprendió de su suegra, que era una mujer hermosa que cada vez que hacía su chocolate cantaba villancicos en alemán. Todavía no llego al alemán pero la receta de chocolate (que no es el de tasa que viene en tabletas) la manejo a la perfección.

El 24 de diciembre pasado, al medio día yo estaba bien afanada en terminar mi chocolate y sin querer desvié mi mirada de la olla y pude observar el efecto que causaba en mi abuelo el olor de la cocina. Él recordaba a su madre. Esta tarde recordé a mi tía cuando me comentaba que el punto perfecto del chocolate se aprecia cuando al dejar la cuchara en el medio de la tasa esta no se cae. En pocas palabras: cuando lleva una gran cantidad de maicena.

Me dispuse a pensar mientras movía la cuchara de palo. Los postres son mi pasión debido al nivel de dedicación que exigen, pero también porque absorben el estado de ánimo de quien los prepara. La preocupación empezó a invadirme cuando me di cuenta que los grumos se estaban reproduciendo dentro de la olla. ¿Qué estaba pasando? Estaba siguiendo mentalmente y paso a paso las recomendaciones de mi abuela materna; sin embargo, era mi interior el que ocasionaba el desastre culinario.

Instintivamente impulsada por la sangre y los cromosomas, me puse a cantar. Ahora disfruto de mi brillante y no-grumoso chocolate sin evitar recordar aquel increíble libro de Laura Esquivel: Como agua para Chocolate. Con cada receta la protagonista narra un episodio de su traumática vida. Quizá nuestros recorridos sean eso: una mezcla de sabores, olores y percepciones que despiertan los más variados sentimientos. Quizá la solución a ciertos cuestionamientos no esté en las cosas que hagamos sino en las sensaciones positivas y tranquilizantes que implantemos en nuestros corazones. Cada uno de nosotros es capaz de destruir sus propios grumos del alma. Como dice la famosa corriente de El Secreto: el poder de la mente todo lo puede.


Esta foto es de navidad del 2007... una mesa perfecta: alfajores, frutos secos, cuetes! y el centro de mesa es una casita totalmente comestible y totalmente de mi propiedad e inspiración...


9 sept 2008

Noche de Chicas...

Imaginen a 8 chicas aproximadamente con cachitos de diablitas en la cabeza que están portando un bouquet de novia bastante peculiar. Definitivamente no es Halloween porque recién es setiembre. Estas chicas están celebrando la despedida de soltera de una de ellas: de la que porta un velo con pequeños penecitos de adorno, ¡obvio!

Para la tranquilidad de los enamorados y padres de algunas de nosotras, decidimos dejar a los strippers para otra ocasión y fuimos a “tonear” a una discoteca miraflorina. El taxista de ida comprendió nuestro afán por pasarla bien y nos llevó por la avenida El Ejército con buena y potente música. Dentro de la discoteca había un gran cartel tipo pizarra verde de colegio que decía: “orgasmos gratis para las chicas hasta las 12.” ORGASMO es el nombre del trago, por supuesto. A pesar del nombre creativo que tenía, confirmó ser una potente bomba para el estómago: era una mezcla de licor de café con vodka (quizá) y con leche Gloria de tarro pura. Sí! La evaporada de etiqueta azul que toman los niños tres veces al día para crecer.

Todo iba bien: la conversación y el baile. Inclusive uno de los barman hizo las veces de mini-stripper y se prestó para hacer un sanguchito con la novia. Genial el gesto: le regaló su último bailecito de soltera. Como repito, todo genial hasta que la primera víctima cedió completamente al efecto alprazolam del orgasmo. La pobre fue la primera en acostarse aquella noche, en su cama claro está.

Las mamás de aquel día fuimos mi amiga K y yo. Luego de dejar en brazos de sus padres a nuestra primera pequeña extasiada, volvimos a la discoteca a seguir la rumba.

Fue mientras bailábamos en ronda todas juntas como hermanitas que me di cuenta del gran temor que surge en los hombres frente a los grupos de mujeres felices. Era como si nosotras estuviésemos en algún video provocativo de Beyonce o cualquiera de esas cantantes que contornean sus caderas con excesiva sensualidad. Cerca de la barra un grupo de chicos nos observaba con un rostro que no pretendía aparentar la súper alucinada que se estaban dando. Sin embargo, ninguno se atrevió a acercarse.

No puedo quejarme, ninguna de nosotras buscaba eso. El mensaje era claro: ¡déjennos celebrar tranquilas! Aunque dudo mucho que los chicos aquella noche lo comprendieran. Estoy casi segura de que no se atrevieron a sacarnos a bailar porque éramos un gran grupo de chicas y... seamos sinceros: los hombres detestan a las mujeres en grupo.

Me ha pasado que estoy en una discoteca con unas amigas y yo salgo a bailar con una de ellas. OJO: QUIERO BAILAR CON MI AMIGA, NO BUSCO PAREJA!!! Acción que los chicos toman como oportunidad para intentar bailar con alguna de nosotras. No sé porqué no entienden que hay canciones que nos gusta bailar entre mujeres; quizá porque mi amiga y yo tenemos "pasitos" especiales para esa canción o simplemente porque con ella puedo bailar como me plazca sin que piense que le estoy coqueteando. He llegado a pensar que debería ser normal ver a hombres bailando entre ellos, no sólo haría que se diviertan mucho más, sino que les quitaría las graves trabas mentales que tienen con respecto a ciertas conductas que ellos consideran homosexuales.

Los más patéticos son los que especialmente se juntan de a dos esperando a que una pareja de chicas salga a bailar. Díganme si no es cobarde! Si bien hay algunas costumbres conservadoras que positivamente se han perdido con el tiempo, yo (y seguro muchas concuerdan conmigo) todavía quiero que se acerquen a mi asiento y me saquen a bailar, tipo Grease en la escena de la fiesta de promo.

En fin... la noche terminó bien y Pamela, la futura novia, quedará en nuestros recuerdos como la valiente que se aventuró a casarse a los 20 años y que no se alcoholizó a morir en su despedida de soltera porque ese trabajo se lo dejó a otra. Igual, besos para las dos.

Aquí una fotito incógnita de la noche...

1 sept 2008

Para ti... que estás (un poco) lejos

Al inicio del blog comenté que no tenía la menor intención de que esto fuese una especie de diario. Lo que están por leer es parte de los pensamientos que tengo últimamente y de las retrospectivas de un pasado no muy lejano.

Una vez hice un discurso por el día del maestro para quinto de secundaria. Me gustó lo que escribí y también a mi mamá, quien sin reprocharme me dijo que le hubiese gustado que yo diera el discurso por el día de la madre. Ahora pienso que tal situación no se dio porque lo que hubiese escrito en aquel momento quizá no tendría el nivel de emoción que las palabras que recorren mi mente, aunque estas no pueden transmitir todo lo que siento.

Hay un dicho algo cierto que no se aplica a mi situación actual: “nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde.” Hoy no escribo esto porque ella ya no esté en esta jurisdicción y no podamos salir a tomar el capuchino semanal del Zugatti. Lo hago con la tranquilidad de saber que pude llegarla a conocer realmente antes de que se fuera.

Algunos años atrás, yo era una clásica adolescente que solía encolerizarse con su madre con mucha frecuencia. Sigo pensando que los roces de púber con los padres son necesarios para afianzar la personalidad propia. Las cosas se fueron calmando como en todos los hogares hasta que una tormenta nos azotó una noche.

Siempre oímos que después de un tramo oscuro hay luz al final del camino. En este caso la luz fue demasiado grande e intensa. Aquel huracán permitió que ella y yo termináramos de conocernos. Ambas caímos en la cuenta de que podíamos ser transparentemente defectuosas. Logré entender actitudes de su pasado que antes juzgaba sin conocimiento ni piedad. Nuestros lazos se estrecharon al nivel de lograr eso que muchos creen imposible: que tu madre sea también una amiga cómplice del día a día.

Mi mamá se fue hace poco más de un mes a buscar nuevos horizontes y a nacer de nuevo en una tierra extraña. Antes de hacerlo le dejé en claro que no la culparía por nada del pasado, pero nunca le dije directamente que extrañaría dormir a su lado, cosa que en mi adolescencia solía odiar. Hoy extraño poder acurrucarme en su pecho cada vez que quiera llorar y extraño las largas conversaciones en la cocina. Pero supe disfrutarlas y valorarlas cuando las tenía conmigo.

El gran oleaje al que sobrevivimos nos dejó desnudas una frente a la otra, y fue cuando nos dimos cuenta que yo debía servirle de ropa y ella a mí. Construimos una barca y partimos “del puerto de Vallarta,” enlazadas en un abrazo como en aquella canción de Rocío Durcal.
Si bien deseo volver a estar en esa barca, mi fortaleza es para mantener la suya también. Sólo les pido que cuando terminen de leer este post, busquen la mejilla de su madre y les implanten un beso en mi nombre, porque el mío debo enviarlo por encomienda. No esperen a perder lo que tienen para apreciarlo, háganlo en este instante como con suerte pude hacerlo yo... no existe placer más fuerte ni más profundo. Busquen conversación y ahonden en su historia, quizá se den con la sorpresa de encontrar las respuestas que necesitan. Ella me dio la mejor lección que he podido recibir en el momento más inesperado, pero eso es parte de otra historia.

Esta canción... por los muchos rones y puchos que compartimos dándole innumerables vueltas al viejo cassette de Rocío Durcal