Todos tenemos una lista negra. No me refiero a aquella que enumera nuestros errores y caídas, que finalmente son medallas de batalla. Esa no. Estoy hablando de aquella lista negra mental e imaginaria en la hemos pintado cada uno de los nombres de quienes nos jugaron mal, muy mal.
Nadie admite que tiene una lista negra. La venganza, dicen, no es buena; pero también dicen, tiene dulce sabor. Una ex pareja, un familiar innombrable, un compañero de trabajo, un amigo que dejó de serlo tras una traición. Todo se vale, todos son susceptibles de entrar en ella.
No es sano pensar siempre en los nombres de esta lista negra. Para los que nos consideramos hasta cierto punto geeks, entenderán cuando digo que no es positivo repetir cual Arya Stark todas las noches los nombres de los responsables de nuestra desdicha. (Juego de Tronos, por si acaso).
Sin embargo todos recordamos a aquellos que nos hicieron daño gratis: en el colegio, en la universidad o en el trabajo. Mi mamá siempre lo vinculaba con la sucia, vil y cochina envidia. Yo, hasta ahora, no le encuentro razón a la sinrazón de quienes se cobran sus frustraciones con uno. Por ello creé hace algunos años un sutil y humilde conjuro desde mi condición de bruja.
Aquí lo comparto.
"Miras desde tu ventana, con desidia, con el odio que tú crees natural, estimulante.
Nadie llega tan alto, nadie puede mas que elevar su voz para llamar tu atención; pero a ti, eso te parece un susurro.
Llegaste a duras penas al poder que hoy ostentas, lo sabes. Pero claro es tu móvil. Tu frustración se hace ira, se hace rencor. Es la vitamina y la potencia de tu poder.
Sabes también que estás por tocar techo, que a la mitad de tu vida la satisfacción no te embarga.
Eres consciente que tus decisiones personales no crearon más que nubes: ensoñadoras por fuera, vacías por dentro. La buena pinta la has creado, pero tu obra no tiene valor.
Justificas en tu alta responsabilidad la voz dictatorial y déspota.
Sobran los defectos con los que describirte, y, por ende, tu coraza es cada vez más gruesa, más malévola.
Pero yo, con esto, salgo de tu círculo, abandono tus dominios para ser libre de tu yugo femenino en donde las virtudes del vientre no hacen más que alimentar el íncubo de envidia y rencor que llevas dentro."
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