Cuando te conocí no tenía la menor idea de lo que llegarías a significar para mí. El Chino dice que no entiendes castellano, pero yo creo que sabes perfectamente lo que digo. Me he encaprichado contigo como una niña y, a pesar de que ya te conozco buen tiempo, a veces todavía me asustan tus reacciones.
Pero es normal. Tu tamaño es mucho más imponente que el mío, yo soy una pulga a tu lado y definitivamente tienes más fuerza que yo. Pero sigues siendo más tierno y tu mirada tiene algo especial, algo que no tiene la mirada de nadie.
Siempre fue un sueño para mí cuando veía en las películas aquellas chicas que tenían una relación especial con los de tu especie. Todo el coraje, toda la paciencia que se necesitaba para comunicarse más allá de las palabras. No estoy segura de si me obedeces, es más, a veces creo que eres consciente de lo que siento por ti y sabes que por eso te permito ciertas cosas. Pero sí estoy segura de que me reconoces. Sabes quién soy y que he estado esperando con ansias el volver a verte.
Es muy raro, ¿sabes? Te extraño toda la semana y pienso en que tu olor es una de las cosas más ricas del mundo. Quizá es porque me pones a prueba, porque has encontrado la manera de hacer que enfrente mis miedos y que me sienta capaz de estar sobre ti.
Me sorprendo de mí misma cuando estoy contigo. Ahora puedo hacer cosas que antes me aterraban y aunque cada vez es más fácil ya me acostumbré a los dolores de piernas y a algunos movimientos de tu cabezota. Porque sabes que para los de tu especie tú tienes las patitas más grandes y la cabeza bastante desproporcional. Pero así te quiero, así me gustas y así te me presentas más amoroso.
Me sorprendo de mí misma cuando estoy contigo. Ahora puedo hacer cosas que antes me aterraban y aunque cada vez es más fácil ya me acostumbré a los dolores de piernas y a algunos movimientos de tu cabezota. Porque sabes que para los de tu especie tú tienes las patitas más grandes y la cabeza bastante desproporcional. Pero así te quiero, así me gustas y así te me presentas más amoroso.
El Chino dice que tú me enseñas y que poco a poco voy a entenderte más pero que está mal que me haya acostumbrado sólo a ti. Cierto. Este tiempo que sé que no voy a poder visitarte me vas a hacer falta. Porque no siento que hago ejercicio físico contigo, todo lo contrario, me relajas y me das algo que es difícil de encontrar, me das paz.
Así estés un poco entrado en años y no seas una buena inversión, si tuviera el dinero no dudaría en pagar por ti. Para ser yo quien supervise tu vida, tu comida, tus baños. Para no tener que darme con la desagradable sorpresa de encontrarte magullado o sucio algunos domingos.
Pero no puedo hacerlo y por ello me he contentado con tener que inmortalizarte en fotos. Aquella vez que te lavaron el cabello y te peinaron bonito era para que luego lucieras de lo más lindo en un cuadro en la pared de mi cuarto. Aquella foto estará por siempre en el mismo lugar, esa foto en la que aparecemos los dos, tranquilos, felices.
Todavía me quedan dos fines de semana para verte. Sin embargo he decidido escribir esto hoy porque todavía tengo el buzo sucio por pasarme la tarde echándote agua en las piernas. No siento que seas como un hijo a pesar de todos los cuidados que requieres, te siento más como un amigo, como alguien con quien podría llorar si me siento triste y reír a carcajadas cuando estoy feliz.
No eres cualquier caballo Jasán. Eres el que me ha enseñado a montar y me da la impresión de que no galopas fácilmente porque sabes que todavía me da miedo. Haces que me derrita cuando agachas la cabeza porque sabes que te voy a peinar el cerquillo, porque cuando empiezas a soltarte y escuchas mi voz, dejas de intentarlo, porque nunca has intentado morderme ni patearme y porque me pones la nariz cuando me despido de ti con un beso.
Voy a extrañar tu olorcito a caballito y la cara que pones cuando te doy zanahoria. Voy a extrañar tus pocas ganas de trabajar y los cabezazos que sueltas cuando terminamos de trotar. Gracias por tenerme paciencia Jasán, gracias por nunca intentar botarme y por ser dócil cuando te lavo la cola.
Sé que voy a montar de por vida otros caballos que no sean tú, pero vas a ser mi eterno referente, vas a ser el primero que supo ganarse mi corazón y el primero que se atrevió a desafiar mi genio.
Te veré en diciembre y te prometo que te voy a llevar mucha zanahoria. Lo que no puedo prometerte es no montarte, aunque seas bastante flojo, sé que vas a recordar que ya no necesito fusta para hacerte correr. Al menos en algo ya me haces caso, ¿verdad?