Para quienes son y hemos sido sufridos peatones alguna vez, es un placer indescriptible poder abrir la puerta de tu auto y llegar de un punto a otro sin tener que discutir con cobradores ni andar buscando asiento en un bus cuando es hora punta. Todo esto pasa luego a segundo plano.
Siempre pensé que sólo los hombres se encariñaban con sus vehículos. Mentira! Mi auto se llama Piropo. Todavía recuerdo el día que lo compramos y el afán con que salíamos en él las primeras veces. Un volkswagen del año 72, brasilero y con cara feliz. Todo el mundo decía que era mujer, hasta que un día Hugo me comentó que debía llamarse Piropo y el nombre le cayó a pelo.
Debo aceptar que al principio mi Piropo me daba unos desplantes increíbles. Cada mes se me paraba así fuese en plena vía expresa. Bendito touring que ha sabido sacarme de cada aprieto! Tuve que comprender que un carro de más de 30 años de edad tenía mucho que enseñarme.
Hasta cierto punto nos es difícil desprendernos de ciertas cosas materiales que con el paso del tiempo han sabido tomar forma humana. El Piropo me ha acompañado a una gran cantidad de sitios y ha recibido a diferentes personas en sus asientos. Sobretodo, ha aguantado mis arranques de cólera hasta hacerme comprender que no sólo no se debe manejar con tragos encima, tampoco con decepciones ni tristezas.
Innumerables veces he manejado llorando, pero también riendo. Mi auto aprendió conmigo portugués y francés; y hay ocasiones en que abusando de su capacidad he llevado muchas personas y cosas dentro de él. Ha sido tan aguerrido de irse a tomar sol a Punta Hermosa y de pasear su roja vestimenta por zonas violentas del centro del Callao para convertirse en mismo Papa Noel que llega con regalos. Aprendí con él a bajar a la Costa Verde sin miedo y con seguridad.
No sé cómo escribir ni explicar que me apena demasiado dejarlo ir. Quizá ahora le toca enseñar a manejar a alguien más. Quizá despedirme de él significa despedirme de todo lo que significó cuando llegó a mi vida. Siempre pensé que lo conservaría hasta el final, que mi afición por los de su especie podría finalmente reflejarla yendo de shopping a Lucanas.
Adiós Piropo, desde hoy estás en venta, no porque yo así lo quiera, sino porque la necesidad me impide darte todo lo que hubiese querido. Gracias por este año de lecciones, quedas en mis fotos y en mi corazón.
P.D. Quien lea esto y esté interesado, pásenme la voz.
Actualización al 19 de marzo: Piropo ya está en manos de alguien más, para mi suerte un amigo que sé lo cuidará. A veces todavía lo veo y con mayor frecuencia lo extraño. Aunque sin problemas podría hurtarlo, la tarjeta sigue a mi nombre.
3 comentarios:
Buuu adiós a piropo, lo gracioso es q casi me he golpeado la cabeza las veces q he entrado en el, la foto esta linda me dio harta nostalgia.
Interesante blog,
la subjetividad es lo más desdeñado, pero es una pieza clave para comprender mejor a los demás.
Buuu...Piropo!!! Yo le puse el nombre, lo xtrañaré muchoooooooo!!! Q jodaaaaaaaa
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