Ayer rompí un par de cosas sólo para finalizar con un sentimiento de cólera que a veces me invade. No es que cada vez que quiera calmar mi ira lance objetos al suelo, para nada. Sólo que esta vez era lo indicado por el fondo y la forma de aquello que terminé haciendo añicos.
No voy a mentir. Me sentí extremadamente bien dándome la licencia de romper algo. Mi papá siempre me decía, desde muy niña, que tengo manos de lana, o manos de mantequilla (como algunos lo llaman). Es cierto, suelo lanzar platos y vasos al suelo con facilidad pero sin intención. Antes, cuando rompía algo sentía una culpa interior que se me pasaba al cabo de algunos interminables minutos. Pero esta vez la libertad se apoderó de mí y el impacto de la arcilla en el suelo me importó un pepino. Ahora el parqué tiene unos cuantos rasguños, pero ¿qué son unos huecos en el suelo cuando está de por medio un instante de tranquilidad?
Mientras desaparecía los rastros con la escoba, Nelly dijo: “yo no odio a nadie”. Yo tampoco. Hacer catarsis no es un impulso que resulta del odio, puesto que éste es un sentimiento que sólo me inspiran la indiferencia frente a la pobreza y la conchudez de ciertos gobernantes. Considero que los pequeños momentos de cólera son los que nos envían un fuerte mensaje al cerebro, lo que hace que rompamos objetos con cierto significado, que golpeemos las paredes, que soltemos una gran cantidad de lisuras, o... ¿qué sé yo?. Hay un largo catálogo sobre estilos y acciones para desquitarse.
Muchas veces, cuando se intenta olvidar un problema que corroe por dentro, lo mejor es idear una ceremonia propia cuyo objetivo sea sacar completamente del interior lo que nos atormenta. Funciona hasta con los pensamientos negativos. En uno de los libros que les he recomendado (El Peregrino de Paulo Coelho), un maestro enseña a su pupilo una técnica muy simple para alejar de la mente las estupideces que se nos ocurren a veces. “Cada vez que pase por su cabeza un pensamiento que le haga mal clave la uña de su dedo índice en la raíz del pulgar hasta que el dolor sea muy intenso.”
Una vez intenté practicar el ejercicio de la crueldad por un día entero, a la una de la tarde ya tenía una incisión morada en mi dedo gordo. Pero funcionaba!, porque ese día logré tener más pensamientos constructivos que destructivos.
En fin, no recomiendo romper cosas cada vez que se sientan aterrados o cansados de alguna situación. Simplemente creo que frente a ciertos problemas es necesario hacer una sesión de autorregulación, es como reiniciar la computadora cuando se cuelga, sin miedo a que nunca más vuelva a aparecer en la pantalla el icono de Windows. Es importante que cuando necesitamos refrescar nuestra cabeza apaguemos de un baldazo de agua fría el incendio de cólera que intentamos llevar como peinado.
1 comentario:
Romper cosas a veces es bueno, pero no vayas a romper los adornos de tu mami pes Estefany, jaja. Chevere que estés escribiendo.
Shebas
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