Hace mucho que no escribo. Y no tengo excusas hoy, o quizá, las pocas que tengo son las mismas de siempre: el acaparador strees y la rutina aniquilante. Sin embargo no puedo dejar de sentir que voy a escribir por y para alguien más.
Ayer fue el fin de una era. Ayer sentí que se acabaron las risas en complicidad y las largas conversaciones en una ínfima cafetería. Tengo la dicha de haber conocido a una excelente persona que solo hasta ayer trabajó a mi lado. En el medio en el que ahora (recalcando: AHORA) me muevo, no existe gente buena. Existe gente normal, gente que no se mete con nadie y gente mierda, esta última en grandes cantidades inimaginables.
Por ello la nostalgia de no ver con tanta frecuencia a la única persona de corazón abierto que he conocido en este lugar. Y también porque su salida es como un preámbulo a la salida de otras personas. Siento como si en este momento estuvieran purgando el canal. Dios está, considero, sacando a la gente buena para que no se contamine más y se queden todos los que quieren vivir en una selva sin salida, en una arena preparada para los gladiadores más agresivos, en un barril inmenso de mierda.
Pienso mucho en esa palabra ofensiva cuando pienso en el canal. Y cuando pienso en el canal, ruego a ese tamiz que también me saque de ese lugar, donde reina la majadería, la mermelada y la basura. Donde durante un año se han colocado a mi lado con un balde de materia fecal y un ventilador. Porque allí, cuando te embarran, la saben hacer.
Gracias Milagritos, por escucharme a diario y aconsejarme. Por decirme que no soy una más del montón y por hacerme recordar que todo se paga, aunque yo todavía no lo crea. Gracias por enseñarme algo nuevo cada día y por la confianza que depositaste en mí. Ahora siento que tengo una nueva amiga.
Salud por tu decisión! Porque si pudiera hacer lo mismo, hace mucho me habría ido!