Una vez alguien que no recuerdo quien fue me dijo que la familia no era la que llevaba la sangre de uno, sino que estaba compuesta por aquellas personas que a lo largo de la vida habían estado cerca, en las buenas y en las malas, con virtudes y defectos. Hoy no puedo estar más de acuerdo con esa premisa.
Mientras escribo este post, estoy sentada en una cama de dos plazas que no es la mía. Al frente, en una computadora, está uno de mis hermanos prestados chateando con su polola. Y por la puerta acaban de ingresar dos personas que se han convertido en mis tíos favoritos.
Yo llegué aquí pensando que viviría sola. No puedo negar que he extrañado a mi familia sanguínea, pero he encajado sin querer y a la perfección en un hogar chileno que me va a costar mucho dejar.
Mis tíos son una pareja con 24 años de casados y dos hijos. El mayor es como esos hermanos archi super hiper ultra trabajadores que se relajan saliendo a carretear y buscando aventuras. Es de esos hermanos que cuando llegan a casa abren el refrigerador y se burlan de la hermana. A Roro, mi hermano prestado de 23 años, le debo agradecer el haberme hecho tía de un precioso chilenito. Cuando fui al hospital a ver a su bebé, me emocioné tanto como si mi propio hermano de sangre hubiera sido padre por primera vez. “Lo hiciste lindo,” le dije, y lo abracé. Lo abracé queriendo transmitirle esa emoción que me daba el que me hayan permitido ser partícipe de la llegada de un nuevo miembro a la familia.
El otro, es mi hermanito prestado, digo yo. Es ese hermano menor que mi mamá nunca quiso darme. Pancho tiene 18, pero sigue siendo un niño. Es extremadamente cariñoso y le encanta molestarme con mi nacionalidad. Me dice que los peruanos son aceitunas y después corre a darme un sonoro beso en la cara. Judas, le digo yo.
Pancho me cuenta cuando discute con la polola, me llama para ver películas y hacer canchita, me pide que le invite un café o chocapic, y a veces me pide cigarros a escondidas. Una de las cosas que más voy a extrañar son sus bromas y su sonrisa siempre disponible, además de aquella frase que anda repitiendo mucho últimamente: no te vayai!
El tío es aquel que anda tirando tallas por donde va. No he conocido persona más pícara que él, con la chispa a flor de piel y las ganas de verme reír. El tío me busca cuando quiere tomar lonche y me pide que lo acompañe al supermercado. Disfruté tanto los domingos de parrillada a su lado, porque la suya es la mejor del mundo.
Y la tía... la tía es tema de otro post.
Esta canción por el tío, que siempre la andaba cantando sin saber de quién era, hasta que me fundí en la red y la encontré.
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