Veo mi reflejo en el monitor de esta rebelde computadora. He notado que estos lentes afloran el parecido poco notorio que tengo con una de mis tías. Matilde, creo que estos se parecen a los lentes de Matilde. O quizá noté el parecido porque hice un movimiento con la boca, gesto que ambas tenemos en común.
Explicar la carga genética que llevo dentro mío es un trabajo arduo que por el momento no me aventuro a emprender. Sin embargo, una de mis principales características es ser la mixtura de tres mujeres que se apellidan Blanco. Soy la única hija de una Blanco, por consiguiente, he nacido rodeada de las figuras de tres hermanas que han sido mi imagen de mujer.
Las Blanco son las tres hijas de un grupo de cinco. Mi abuelo se chocó con la pared tres veces seguidas antes de tener al deseado varoncito. Matilde es la primera, razón por la que mis abuelos se casaron. De ella adopté el carácter fuerte y las ideas liberales. Rosario, la segunda, me donó parte de su rostro y el color de la piel, además de las ansias por tener todo bien planificado. Amelia es mi mamá y la tercera de las Blanco Schwarz. Lamentablemente no doné sus impactantes ojos pero sí muchas de sus actitudes femeninas.
Inconfundiblemente, y para todos los que las conocen, las tres tienen una característica que hace que resalten entre los demás: la presencia. Algo que mi mamá llamaría cachet. Ah, claro! También está el hecho de que las tres fuman, toman café y tienen una adicción constante por las compras.
En ocasiones, cuando me veo al espejo o escucho las cosas que digo, me doy con la agradable sorpresa de que tengo mucho de cada una de ellas. En 20 años, he visto que las tres han sabido sostenerse mutuamente en tiempos duros y han sabido también disfrutar largos ratos de ocio y distracción. Todo juntas. A pesar de la distancia, a pesar de las vidas paralelas.
Crecí con las historias de sus amores, sus carreras y sus sueños. Con los años fui conociendo más y más detalles de sus parejas y de su conflictiva relación con su madre. Pero en todo este tiempo lo que más me dejaron con tantas anécdotas es la enseñanza de no juzgar nunca a nadie. Al contarme sus vidas secretas me dieron el arma perfecta para confirmar que todos tenemos de qué avergonzarnos pero que eso es sólo un escalón más en la vida y que la vergüenza debe ser únicamente para nosotras mismas.
Mi familia tiene mucho karma y ellas no son excepción a la regla. Hoy pienso que ya no las volveré a ver juntas. No tengo la menor idea de dónde quedaron las sinceras conversaciones post almuerzo alrededor de la mesa de la cocina de la casa de Palomino. Ni los encuentros en los centros comerciales que muchas veces eran planeados sólo para mirar escaparates.
De todas formas tengo que agradecerles por una infancia sin tabúes. Por una adolescencia más llevadera y por el apoyo que me brindaban, aunque a veces tuvieran opiniones encontradas.
Quizá ahora que soy adulta debo prescindir de tan agradable compañía grupal. Pero tendré el orgullo de llevarme a la tumba los genes y las historias que llevo dentro, cosas que ellas tuvieron el agrado de compartir conmigo.
Esta canción por un video que una vez grabé en el que aparecen las tres bailando en improvisada coreografía. Si tan sólo me lo pudieran enviar...
gianmarco - te mentiria.mp3 -